Francisco Lumerman dirige "El amor es un bien", sobre "Tío Vania"

Un Chéjov tenso y patagónico

"El amor es un bien". Dramaturgia y dirección: Francisco Lumerman. Iluminación: Ricardo Sica. Diseño de muebles: Gonzalo Córdoba Estévez. Productor ejecutivo: Zoilo Garcés. Actores: Manuela Amosa, José Escobar, Diego Faturos, Jorge Fernández Roman y Rosario Varela. En El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).

Reformulando con belleza a Anton Chéjov. Mucho de eso hay en "El amor es un bien", una exitosa obra del under porteño -ya va por su cuarta temporada- que habla sobre todo de los intrincados y muchas veces despiadados vínculos de familia.

Hay un tío que no es Vania sino Iván, homosexual, que vive con su joven sobrina en un hostel decadente de Carmen de Patagones. El padre de la chica llega al lugar con su nueva novia, también joven, con la intención de venderlo. Un médico hospedado prende porritos y toma whisky mientras habla contra el fracking. El conflicto entre todos esos seres no tardará en desencadenarse. Ese planteo, adaptación del "Tío Vania" de Chéjov, trae al gran autor ruso al presente. Y los personajes de la obra original experimentan una hermosa encarnación, bien argentina y patagónica.
La versión de Francisco Lumerman del clásico chejoviano tiene la virtud de mantener la tensión original pero a la vez otorgarle una frescura muy potente. El conflicto de los de treintaipico que no consiguen terminar de encontrar lo que quieren -por ejemplo, el médico o la joven universitaria enamorada de su profesor- está muy bien desarrollado. En tanto, esa sobrina y tío mantienen un vínculo muy amoroso y creíble. El padre, egoísta, medio enfermo, que no logra ver el amor y piensa en números -algo esquemático el personaje pero no por eso menos real-, también ayuda a darle espesura al drama.

CHISPAZOS VITALES
Lumerman director tomó decisiones un poco más discutibles. Por caso, que en momentos clave el tío le dé la espalda a la platea, gesto que también realiza el doctor. Puede resultar una búsqueda pero distrae más de lo que cuenta. La dirección sobresale en las muchas ocasiones en que deja fluir a esos personajes y construye tensiones entre ellos. Hay chispazos vitales de actuación muy elogiables. Sobre todo en el enfrentamiento entre padre, hija y tío.
La obra podría considerarse realista. Los personajes son muy sinceros, honestos, se los ve con claridad. Por ese motivo, ciertas artificialidades no ayudan a construir el verosímil. Por ejemplo, el cigarrillo de marihuana que no está encendido y hacemos como que fumamos, la comida ya preparada que aparece de golpe en un lugar, el vino en un vaso ya servido. En fin, son simples detalles que no opacan el conjunto pero que tal vez distraen.
Más allá de cualquier salvedad, "El amor es un bien" es una pieza que muestra sus cartas, resulta clara y no se anda con vueltas. Crece cuando se ciñe a cierta idea de verdad, sin dudas tan necesaria como el amor.

Calificación: Muy buena