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      Historias sobre el abismo de cada día

      Con dos obras en cartel, el director Lisandro Penelas se detiene en la fragilidad que esconde la vida cotidiana.

      Historias sobre el abismo de cada díaA partir de Tess Gallagher. La actriz Ana Scannapieco en una escena de “El amante de los caballos”.

      Una obra de teatro podría intentar referirse sobre la humanidad toda. Abarcar enormes dramas épicos, que condensen la violencia, las desigualdades, el heroísmo y los grandes logros de los que las personas son capaces. Pero también están las otras, las que se detienen en un fragmento: el relato de una historia familiar, unos días en la casa de una madre soltera durante un verano agobiante, instantes de una relación en la que parece que nada cambia, hasta que algo sucede. De ese tipo de historias trata el teatro que el director Lisandro Penelas hace en la sala Moscú, un pequeño espacio a metros de Corrientes y Scalabrini Ortiz, en el cual se presentan obras que tienen la urgencia de descomponer algo de lo humano y la voracidad que esconde la vida de todos los días.

      Poema ordinario y El amante de los caballos son los dos espectáculos que este joven director tiene actualmente en cartel. El primero ganó en 2017 el premio ARTEI a la producción de teatro independiente. Con un texto de Juan Ignacio Fernández, la obra retoma el conflicto de una familia atrapada entre el abandono, la soledad y los problemas económicos y, además, dialoga en su estructura y conflictos con el clásico texto de Tennessee Williams, El zoo de cristal. Julieta Timossi, Cecile Caillon, Fernando Morales Beascoechea e Ignacio Torres construyen una familia quebrada por un padre ausente y un visitante que aparece y con el que aspiran a salvarse todos. Por su parte, El amante de los caballos es una adaptación teatral del cuento homónimo de la poeta estadounidense Tess Gallagher, un unipersonal interpretado por Ana Scannapieco. La actriz viaja de la serenidad a la locura y la angustia en apenas 45 minutos, en los que despliega una gran potencia dramática. En la trama, interpreta a una mujer que atraviesa la enfermedad y muerte de su padre, mientras recuerda su historia familiar y reconstruye el hilo que la une a sus antepasados. “Me interesa trabajar con un tipo de relatos que muestran más de lo que dicen, escenas en las que se perciben que pasan muchas cosas, aunque los personajes dicen poco de sí mismos. Es difícil definir el trabajo que uno hace, porque siempre tengo más dudas que certezas. El abismo da miedo, pero es excitante”, dice Penelas, también director de la sala junto a Francisco Lumerman.

      De estos mundos internos que salen a la vista en pequeñas situaciones cotidianas, Poema ordinario y El amante de los caballos también tienen en común una economía de recursos para trabajar la puesta en escena y la confianza en la capacidad metafórica del teatro para referir a un bar de apostadores, el hogar donde pasa sus últimos días un padre moribundo o el mismísimo río Paraná y situaciones de la naturaleza salvaje.

      Los dos espectáculos también se apoyan en un realismo con cierto extrañamiento, en el cual las situaciones que se plantean en la escena no son una copia de la vida misma, aunque se le parecen bastante. Alcanza con algunos detalles: un hecho inesperado, un giro que altera el orden de las cosas, vacíos buscados para que el espectador construya su sentido. De esta manera, las obras reflejan poéticamente conflictos, dilemas y angustias identificables para el público. “Nos parece muy importante aspirar a una transformación en el espectador, que haya algo interno que se le pueda jugar mientras mira la obra. Claro que para lograr eso es fundamental que nosotros mismos nos pongamos en riesgo”, dice Penelas.

      En ese intento de transformación, la impronta actoral es un rasgo sustancial de los dos espectáculos. Bien cerca del público, las actrices y actores de ambas obras aparecen estoicos y frágiles a la vez. Siempre a punto de quebrarse, se vuelven fuertes cuando se muestran tan débiles a lo que transitan y perciben. Acercarse a este tipo de espectáculos permite recuperar la fuerza del relato y la experiencia irrepetible de la escena en vivo, con estados anímicos que se susurran y nos hacen ver que, más poderoso que teorizar acerca de los grandes problemas del ser humano, es ver cómo una hija llora a su padre muerto.

      FICHA
      El amante de los caballos

      Funciones: sábados a las 20
      Poema ordinario
      Funciones: sáb. a las 22 y dom. a las 18
      ​Lugar: Moscú Teatro (Camargo 506)


      Sobre la firma

      Mercedes Méndez


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