Afuera de las salas de teatro, la sociedad argentina vive un momento histórico, se discute la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Mientras asisto a la primera función teatral, se proyectan en las pantallas de televisión las veinte horas del debate de la ley, con la intervención de diputados y expertos. Llama la atención la movilización ciudadana, la noche de vigilia en la plaza, la marcha que desborda las calles, los pañuelos verdes. Un movimiento transversal que incorpora a mujeres de distintas generaciones y a muchos hombres. La ley se aprueba en medio de un clima de efervescencia, enmarcada en una nueva ola feminista.
La cartelera teatral bonaerense tiene algo que la escena local debiera imitar: funciones, con distintas obras, a las 18, 20, 22:30 horas. Lo que me imagino dinamiza el público y la economía de las salas. A su vez, todos los espacios cuentan con café y restaurant. Es agradable esperar la función tomando algo o cenar a la salida. El panorama es redondo y permite tolerar mejor la intensidad del fenómeno teatral o bien, asistir a dos espectáculos en la misma jornada.
Buenos Aires es más que el circuito de teatro comercial de la calle Corrientes; también hay un poderoso circuito off , con autores locales. El trabajo de destacadas directoras y dramaturgas, en esta ocasión, trazará el itinerario este fin de semana.
La enunciación de que el teatro es un foro público, se confirma al asistir a "Matate, amor" , la obra que lleva al escenario la novela homónima de Ariana Harwicz, finalista del premio Man Booker por su traducción al inglés. Adaptada en formato monólogo, es interpretada por Érica Rivas, la actriz que recordaremos como la novia despechada en la última historia de la película "Relatos salvajes", y que ahora es la mujer que vive en la campiña francesa y oscila entre la maternidad, el erotismo y la locura. Un personaje que explora ese lado animal de la procreación, el parto y el puerperio, que para calmarse mira a los ojos de un ciervo en el bosque; imagen que regresa una y otra vez. Tanto en el libro como en el espectáculo se explora, con audacia y humor, en las ambivalencias del vaivén hormonal y la asfixia de la dependencia física y, en especial, la de los roles.
Rivas es la mujer salvaje que pasa el libro cuchillo en mano y expresa, sin filtros, su ninfomanía, su arrepentimiento, en un magma de pensamientos, fantasías, recuerdos: "Si le hubiera agarrado la pija, no tendría que ir a la panadería a comprar la torta de crema o chocolate y las velitas, medio año ya". O bien, se refiere a la desconcentración posnatal por el cansancio físico-mental, cuando dice: "Intento concentrarme en Virginia Woolf, regalo de mi hombre, pero tengo demasiada leche".
La dirección de Marini logra una atmósfera hipnótica en el fondo de un bosque encantado que se proyecta y cambia, y cuando hace que el personaje de Rivas rompa la cuarta pared una y otra vez, al pedir a la apuntadora, sentada en primera fila, confirmar partes del texto, o cuando se dirige a la mesa técnica para que reproduzcan determinados sonidos. También se recurre a la voz en off , por ejemplo, para dar forma a la voz del vecino que se convierte en el amante y expresa inéditas imágenes sobre el deseo sexual. Estos quiebres alivianan la tensión y muestran la zona liminal de la locura y el instinto.
Cuando termina la función en la sala Santos 4040, también bar y coctelería, con entradas agotadas con semanas de anticipación, dan ganas de brindar por una obra superlativa y que susurra tantas verdades. Al salir, miro el afiche que anuncia que los domingos sigue en cartelera, por diez años, la hermosa pieza de Santiago Loza, dramaturgo con varios estrenos en Chile, "Nada del amor me produce envidia" , en la que una humilde costurera recibe el encargo de coser el mismo vestido para Eva Perón y Libertad Lamarque, declaradas enemigas.
En otro punto de la ciudad está El camarín de las musas (Mario Bravo 960), una sala que alberga varias obras. He reservado para "Hidalgo" , de las mellizas María y Paula Marull, ambas dramaturgas, directoras y actrices, formadas en la escuela de Mauricio Kartún ("Terrenal") y que han formado una dupla brillante con varios montajes y premios a cuestas. "Hidalgo" es una historia sencilla y hermosa, con dirección y dramaturgia de María Marull, actuación de Paula Marull y el joven actor Agustín Daulte.
La obra narra el encuentro entre Susana, asistente inmobiliaria, abrumada por un jefe hostil y una tediosa rutina, y Víctor, un adolescente abandonado y pasivo. Desde un primer momento, sus intereses entran en tensión cuando Susana quiere mostrar el departamento a unos posibles compradores y descubre a Víctor, un inquilino que se convierte en un obstáculo para su negocio. En la espera interminable de los clientes que nunca llegan, él le cuenta que al día siguiente debe entregar un trabajo práctico sobre el poeta Bartolomé Hidalgo, el fundador de la poesía gauchesca, para no repetir el año escolar, y desde entonces, el conflicto inicial se transformará en un vínculo con el que intentarán redimir frustraciones mutuas.
La vendedora hiperactiva decide ayudar al joven en la composición sobre "Hidalgo", y es allí donde se produce la revelación íntima. Tras la vendedora pragmática y fría, hay una mujer triste, con sueños y anhelos por cumplir. Y tras el chico pasivo y depresivo, hay deseos de realización y de ser querido por alguien. La irrupción del joven la harán abandonar el trabajo a comisión con un jefe al que detesta y retomar su afición por la música. No tienen mucho, pero se tienen a sí mismos. Una historia pequeña y grande que se ajusta al bello epígrafe de la obra "Las cosas no son del que las posee sino de quien las sabe apreciar".
También se monta "La Pilarcita" , de María Marull, sobre el arte de la religiosidad popular -el culto correntino a una "santita"- alrededor de un milagro que permite recuperar cierta inocencia. Y parece que ese es el sello de las hermanas Marull: historias y personajes simples viviendo pequeñas transformaciones y con actuaciones que transmiten una calidez conmovedora.
Otra opción es ver "Como si pasara un tren", de otra dramaturga joven, Lorena Romanin, acerca de una madre aprensiva, un niño con retraso mental que juega con un tren y es rechazado por su padre, y una sobrina rebelde que llega desde la ciudad al pueblo. Tres seres simples e incomprendidos, con elenco compuesto por Silvia Villazur, Guido Botto Fiora y Luciana Grasso, buscan un modo de crecer y liberarse. Una pieza llena de encanto y energía escénica que nos aprieta el corazón. Terminada la función, la actriz mayor nos espera a la salida para entregarnos volantes de la obra en la que también trabaja, "El Nombre", de la legendaria dramaturga Griselda Gambaro; me dan ganas de abrazarla.
En tiempos de discursos sobre el sometimiento y la liberación de la mujer, estas obras teatrales no hacen más que ratificar que las voces de las mujeres están en el escenario, en el Congreso, en las universidades, en las calles y en las habitaciones, para ser escuchadas, en sus distintos registros y tonos, y, de ese modo, lograr apropiarse del rumbo de sus cuerpos y de sus destinos.