Diluvia en Palermo. El aguacero es breve pero intenso. El té de jengibre con miel y limón que prepara Cristina Banegas, mientras mira caer las gotas por un ventanal, ahuyenta temores sobre una potencial recaída de su madre: Nelly Prince. “Me agarré una bronquitis tremenda en el avión que me trajo de Europa del Este”, dice la actriz, cantante y locutora. Noventa y dos años pasaron desde que nació (este 27 de julio harán 93) y se nota poco. Entona perfecto, tiene un ánimo bárbaro, y una memoria prodigiosa, al decir de su hija también actriz, también cantante. “La señora tiene una memoria prodigiosa, se acuerda de todo, ¡es un monstruo!”, vindica Banegas, mientras “la señora” (Prince, claro) no para de tirar datos precisos: que hace diez años grabó el primer disco de tango (por eso le puso Tarde), que su hija dirigirá el próximo año el Edipo Rey de Sófocles en el Teatro Nacional Cervantes, que debutó en 1932 con “La Pandilla de Marilyn”, en Radio Belgrano. Pero fundamentalmente, la memoria emotiva va directo a Cristina. “Ella me dijo algo que me cambió la vida: era fines de los cincuenta. Yo me había engolosinado mucho con ganar guita con las publicidades que hacía en radio y en tv. Cada vez que me salía un aviso mi cabeza hacía clinc-caja, pero llegó un momento en que salía hasta en la sopa, entonces ella me paró y me dijo: ´Ma, si seguís haciendo avisos, no vas a poder hacer tu trabajo de actriz´. Me mató”, evoca Prince, que llegó a hacer 97 avisos en un día.  

–Le hizo efecto lo que dijo Cristina, parece…  

Nelly Prince: –¡Obvio! Largué todo, y pasé de ganar mucha guita a cero… Mire si me hizo efecto. No era un deshonor para mí hacer avisos, pero no era lo que me gustaba. El problema es que te encasillan, y eso es terrible.

Palabras y recuerdos se entremezclan antes de que madre e hija protagonicen el ciclo “Aire Familiar” –junto a Ariel Argañaraz en guitarra– todos los sábados de junio y julio a partir de las 20 en El Excéntrico de la 18 (Lerma 420). “Cantamos tangos”, dicen ambas. “Yo” -primerea Banegas- “hago de los viejos. Esos que cantaban Rosita Quiroga, Ada Falcón, Azucena Maizani o Tita Merello. Tomo a esas minas del tango, porque estoy enamorada de esa época arrabalera, rea y humorística del género. Me gusta jugar con eso, para contrapesar mi labor como actriz, que tiende a lo dramático”, informa la protagonista del trágico Géminis, excelente film de Albertina Carri. “También recito algunos poemas de Juan Gelman y Paco Urondo”, suma la telonera de Prince, que cierra cada noche con un repertorio diferente. “Como a diferencia de ella, yo siempre hice comedia, me inclino por los tangos más dramáticos, más románticos. Hago “Fuimos”, hago “Como dos extraños”, hago “Naranjo en flor”. Me matan estos tangos, pero trato de no emocionarme tanto cuando los canto, porque si no se me quiebre la voz”, dice Prince. 

–Doble paradoja, entonces. Una generacional, y otra relacionada con el repertorio… Se invirtieron los roles, como en espejo.

N. P.: –Sorprende, si. Incluso digo más: a mí no me gustaba el tango. Siempre canté canciones andaluzas, jazz, bossa, bolero, en fin, una vez, a los 16 años, me tocó hacer la comedia musical “Yo llevo un tango en el alma” y tenía que cantar un tango. Pedía por favor que me cambien de género, y Alberto Castillo, el protagonista, me decía: “Ya te va a enganchar el tango”. Y me enganchó, nomás. Después hice “Discepoliana”, hice un café concert con Rodolfo Mederos, y me entregué, definitivamente me entregué.

–¿El repertorio está pautado o se dejan llevar?

Cristina Banegas: –Hay un guion. Sabemos qué temas vamos a hacer, en qué orden, y a lo sumo aparece alguna anécdota entre tema y tema, o algún poema. La señora está muy activa y para mí es un honor acompañarla, ser su telonera. Me parece algo entrañable.

N. P.: –Y nos llevamos bien, porque la relación madre-hija en muchos casos es un desastre ¿no? Eso sí, si no estamos de acuerdo en algo, lo discutimos, porque yo no soy de decir amén a todo. Tengo mi carácter y Cristina el suyo. Yo no soy de esas madres que mienten para quedar bien con las hijas, si le tengo que marcar un error se lo marco, y ella hace lo mismo conmigo. La diferencia es que ella es una tierna y yo soy un monstruo (risas).

–Una madre así, con tanta trayectoria y personalidad, puede influir por la positiva o por todo lo contrario ¿Cómo fue en su caso, Cristina?

C. B.: –Cuando yo era chica mi mamá era muy famosa, estaba todo el tiempo en la tele, y era algo fuerte, claro, pero nos fuimos encontrando. 

Además de aquella vez en que la hija le abrió los ojos a la madre, los encuentros fueron muchos y variados. Según canta la prodigiosa memoria de Prince, una serie de conciertos en el extinto Club del Vino, alguna que otra gira por el interior, la actuación de ambas en El jardín de los cerezos, de Chejov, en el Teatro San Martín, o el ciclo “Canciones Bárbaras” que, si bien fue cosa de otro dúo de Banegas (con Rita Cortese, en este caso) las máximas ovaciones se las llevó Prince. “Esa vez le dije a Rita: ´Guarda, porque puede ocurrir que mi madre se lleve la ovación de la noche´. Y así pasó: nosotras la remamos todo el show, pero cuando subió la señora, se levantó todo el público a ovacionarla”, evoca la más joven de edad. “Me da vergüenza que digas eso” –contesta Prince– “Creo que tiene que ver con la elección del repertorio. Y con que cantar, en el baño o en un show, me llena de dicha ¡Hasta en ruso canté!”

–¿En ruso?

N. P.: –Si, una canción de cuna cuando hicimos Chejov con Cristina. La verdad es que soy una caradura, me atrevo a todo y tengo mucha facilidad para los idiomas.