Festival de Teatro Rafaela 2016

Exitoso “Feliztival” en Rafaela

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Los rafaelinos se han apropiado de este Festival y son ellos mismos los que reclaman su realización.

 

Roberto Schneider

Llegan las vacaciones de julio y la ciudad de Rafaela se transforma en el escenario más rico y vital por el que circula lo mejor del teatro argentino. Miles de espectadores han disfrutado este año en salas, espacios alternativos, vecinales, la carpa de circo y en tres subsedes (Ataliva, María Juana y Suardi) del más diverso abanico de las mejores producciones de las artes escénicas argentinas. En su duodécima edición se ratificó para quienes hemos tenido la suerte de seguir desde sus inicios la evolución de este festival que es uno de los encuentros de teatro más importantes del país, esencialmente por lo que significa como usina de propagación de las expresiones más auténticas de lo que se hace en la actividad en el orden nacional. Una programación certera, una organización perfecta en todas sus especificidades y también la preocupación de concretar la amplia convocatoria de repercusión popular nos permiten establecer que junto con el entretenimiento y la recreación, el teatro puede asumir un sentido de reflexión cultural, de observación, análisis y catarsis sobre la propia existencia social. En nuestro país, vivimos tiempos de tensión y en Rafaela se privilegia el nivel artístico y de teatralidad pero no se olvidan las resonancias políticas, sociales y humanas de nuestro tiempo.

La Municipalidad de Rafaela organiza este encuentro anual en cogestión con el Instituto Nacional del Teatro y el gobierno de la provincia de Santa Fe. Esta circunstancia permite conferir a esta realización una dimensión cultural potente, porque refuerza aquella idea de que el FTR está instalado como una celebración donde la comunidad al mismo tiempo que disfruta se mira, como en un espejo, a sí misma. Ya no es novedad para nadie que los rafaelinos se han apropiado de este Festival y son ellos mismos los que reclaman su realización, más allá inclusive de las miradas subjetivas que cada espectáculo provoque tras su realización.

Una política de Estado

En su discurso inaugural, el director ejecutivo del INT, Marcelo Allasino, precisó que “el festival no le pertenece a ningún gobernante ni a ningún funcionario, no es de los intendentes, secretarios, gobernadores, ministros, directores o consejeros del INT que pasaron y pasaremos; es de los artistas, de los gestores, los productores, los directores, los dramaturgos, los técnicos, los investigadores, los críticos, los intérpretes, y es del público, es de ustedes. El arte es transformación, ayuda a imaginarnos y altera la percepción, siendo la política que transforma la evolución de la cultura a una escala colectiva y una esperanza posible... Cuando me despedí el año pasado, la idea era hacer dos semanas invernales de festival, pero se redujo de seis a cinco días. Por eso, debe gestionarse este festival como una política de Estado, más allá del gobierno de turno. Los concejales tienen que asegurarlo por ordenanza como norma legal”.

Chiqui González cautivó una vez más a los presentes poniendo de relieve su alta emoción “porque no vengo a una obra, vengo a una ciudad entera que está abierta, que se ofrece en sus vecinales, en sus barrios, en sus calles. Este Festival es una reivindicación profunda de la vida. Rafaela lo hizo suyo y es una ciudad que va a trascender siempre por el teatro, pero no sólo por el Festival, va a trascender por su Escuela Municipal de Artes Escénicas... Si no regamos de talleres y de escuelas todo el territorio santafesino, no vamos a tener quien enseñe, quien cree, quien haga. Y es una obligación del Estado”. Hizo luego una comparación entre política y cultura, mencionando a la primera con principios, programas, pilares, preguntas, privilegios frente a la segunda de cariño, cuerpo, convivencia , creatividad, capacidad, crecimiento. “El teatro es un arte con presencia de cuerpo a cuerpo, sin espejo, porque luego de la obra se modifican muchas cosas”, aseveró.

El intendente Luis Castellano afirmó que la política de Estado no es sólo de servicios, de tránsito, de obra pública, e seguridad, de educación, que de hecho se necesitan; la cultura también es una política local y es una política de Estado... La expresión teatral, la expresión de los artistas y lo que vivimos cada uno de quienes integramos el público es una manifestación de libertad. Creo que este Festival, a pocos días de haber celebrado el Bicentenario, es parte de esa conquista: libertad para quienes se juntan en una mesa de bar después de haber visto una obra para criticarla o defenderla; libertad para que la familia que no pudo ir de vacaciones pueda ir a una plaza y disfrutar gratuitamente de una obra de teatro; libertad para que todos los chicos de todos los barrios puedan disfrutar y reírse con una obra de teatro en una carpa de circo. En momentos de crisis, la cultura ayuda a la gente y no hay ordenanza que pare a este festival porque es del público”.

Lo mejor de lo mejor

“Jettatore” de Gregorio de Laferrére con adaptación inteligente y mejor dirección de Mariana Chaud fue el espectáculo que abrió la intensa programación de este festival. Una renovada versión de un indiscutido clásico del teatro nacional en el que la idea “de la mala suerte” atraviesa y estigmatiza a algunas personas fue el vehículo para que un enorme elenco diera muestras de una perfección indiscutida, opacada en grado sumo por un sonido que obstaculizó el disfrute del montaje; por otra parte, enriquecido por la escenografía y la riqueza del vestuario firmados por Gabriela A. Fernández.

Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu son los autores y directores de “Brecht”, un espectáculo que permitió desentrañar la fuerte lectura política de clarísima visión para el público y alcanzar la belleza cuando el teatro habla del teatro. Entretenimiento puro, como lo hubiera querido el mismísimo Brecht. Se hace fuerte la idea de la multiplicidad de sentidos estallando en el escenario para poner de manifiesto ciertas tensiones del teatro. Ingenio, creatividad y mucha inteligencia al servicio de un fenómeno de creación con marcado carácter inclusivo.

“Toda piola” irrumpió en Rafaela con su excelsa poesía de la mano de un director brillante como Gustavo Tarrío, porque esencialmente manejó con precisión de relojería a Eddy García, Carla Di Grazia y Guadalupe Otheguy. El espectáculo es también una forma maravillosa de ver una fábula de acción y romance para hablar de las sexualidades. Gana siempre la teatralidad para permitirnos entrar, incluso de manera lacerante, en el mundo del otro.

“Hamlet está muerto. Sin fuerza de gravedad” con la lúcida dirección de Lisandro Rodríguez se ofreció en el magnífico Salón Blanco de la Jefatura de Policía (otro acierto de la producción artística de este festival de la mano ahora de Gustavo Mondino). Con fuertes resonancias poéticas, el material potencialmente filosófico ofreció su discurso en el que se dan la mano la política, la economía, la muerte, la vida, la tragedia. Sobresale lo oculto de los vínculos afectivos y la idea de la cada vez más angustiada visión de la condición humana. Un elenco sin fisuras se entregó a la aceitada dirección de Rodríguez.

“Carne de juguete”, de Gustavo Guirado, conmovió fuertemente al público que desbordó las dos funciones a partir de la inteligente y lacerante exhumación de un tema doloroso y angustiante, para que no se oculte la historia, como el de la guerra de Malvinas. De manera excelsa, Guirado formula una resignificación del discurso ficcional con indiscutida fundamentación política. Hay también una mirada en lo mínimo para asumir la derrota en un trabajo teatral que estalla en multiplicidad de sentidos. Dolorosísima visión de la necesidad imperiosa de abrir cajas para mirar y tirar lo que no se mandó a Malvinas. Claudia Schujman ofreció un trabajo actoral magnífico, a partir de una entrega preciosista, marcada a fuego por el dolor y la angustia. Indiscutido plato fuerte del Festival.

“La Pilarcita”, de María Marull, dibujó sobre la escena la historia de dos amigas que en Corrientes tributan a una virgen para lograr milagros. Lograda escritura de un ámbito de soledades existenciales con ausencia de amor, en una explosión de ternura y desazón que provoca la amplia ovación de la platea. Las brillantes actuaciones de Paula Grinszpan y Lucía Maciel se destacan en un elenco muy bien dirigido por la misma Marull, integrado por Luz Palazon y Juan Grandinetti en una totalidad sumamente enriquecedora por los altos valores de la propuesta.

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“Toda piola”, de la mano de Gustavo Tarrío, es fábula de acción y romance para hablar de las sexualidades.

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Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu son los autores y directores de “Brecht”. Fotos: Gentileza producción